Líder, Roberto Palma
Toda verdadera alabanza nace primero del aliento de Dios. Dios fue el que nos dio de su aliento, de su respiro al crearnos “para alabanza de la gloria de su gracia” (Efesios 1:6). El Espíritu Santo hizo su aparición neotestamentaria en forma de ‘un viento recio’ (Hechos 2:2). Y nosotros Su pueblo, con ese aliento de vida, le damos alabanza “al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.” (Judas 1:25).
El ministerio de Alabanza de la Iglesia El Redentor, les invita a participar juntamente con nosotros alabando “al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.” (1 Timoteo 1:17).
!Venga, adoremos juntos al Señor!